Eduardo Ibáñez sobre las etiquetas del futuro

¿CÓMO SERÁN LAS ETIQUETAS DE VINO DEL FUTURO? ¿QUÉ PAPEL JUEGAN REALMENTE?

«La etiqueta ejerce una poderosa influencia desde su privilegiada ubicación en la botella: lanza una llamada irrefrenable, esboza una historia, incita a conocer su interior.»

En la Revista Mivino dedicaron una entrevista a Eduardo Ibáñez, director comercial de nuestro grupo.

 «Si la imagen es muy buena, ayuda a vender, el vino parecerá mejor. El perfeccionamiento de las artes gráficas va muy centrado en el impulso que tiene cada uno para comprar». Desde septiembre lidera el equipo que perfila la imagen de los 900 millones de botellas etiquetadas por Argraf, con sede en Oyón (Rioja Alavesa). Eduardo, inmerso en el «proceso de cambio organizativo tremendo» que vive la empresa familiar, parece realmente ilusionado con este gran reto. Lo hemos interceptado en Madrid, en mitad de un viaje relámpago de una punta a otra de la geografía española. Se disculpa por su vertiginosa agenda y nos cuenta que ha hecho una pausa necesaria para visitar el Museo Thyssen-Bornemisza, donde ha visto «una tanda de etiquetas de vino con diferentes cuadros». Este inquieto amante del arte nos cuenta que al entrar en el grupo más relevante de diseño e impresión de etiquetas de España, «de manera casual se unieron afición y trabajo. La esencia de lo que es una etiqueta y de lo que lleva dentro tiene mucho que ver con cosas que ya con 20 años me gustaban». Aunque confiesa que nunca imaginó que acabaría en el mundo de las artes gráficas: «Yo no tenía ninguna vinculación con este sector, para mí era algo totalmente desconocido».


CRECER ENTRE VIÑAS

Lo que sí tiene una relación directa con los orígenes de Eduardo, que pasó su infancia en el pequeño pueblo riojano de Arenzana de Abajo, es precisamente el vino: «El vino ha sido el entorno en el que nos hemos criado muchísima gente de la zona de Rioja: todos nuestros abuelos tenían su bodeguita, hacían su vino, y desde bien pequeños hemos estado en las viñas vendimiando». Ahora forma parte del sector del vino, pero de una forma más etérea: «Las etiquetas aportan los intangibles de una imagen de calidad, el vino tiende a transmitir lo que transmite su etiqueta. Todos tenemos una predisposición hacia lo bonito, lo estético: una imagen muy trabajada, con elementos de calidad, transmite valores del vino acordes con lo que ves en la etiqueta. ¡Luego el producto tendrá que refrendarlos!».

Para Eduardo, que siempre ha etiquetado vino, hay una diferencia muy importante entre las etiquetas de este producto y las de otros alimentos (que Argraf también fabrica): «La vertiente de creatividad, de diseño artístico, se pierde bastante en otros productos de alimentación». La filosofía de Argraf es mejorar las etiquetas existentes en el mercado y conseguir que se diferencien del resto, ¿pero qué papel juegan Eduardo y su equipo en este proceso? «Nos llegan propuestas de diseñadores, bodegas… debatimos técnicamente y estilísticamente (aquí a veces no te dejan entrar) las etiquetas, nos encargamos de ver la viabilidad del proyecto, materiales…»


LAS ETIQUETAS DEL FUTURO

Jugar a imaginar cómo serán las etiquetas de vino en unos años resulta excitante… ¡y Eduardo nos desvela algunas claves! «Vamos hacia etiquetas cada vez más trabajadas y complejas, con más elementos gráficos, te diría que artísticos; etiquetas que cuentan historias (familia, viñedos, zona… de dónde vienen); etiquetas cada vez con más calidad técnica, elaboradas con materiales más ricos y naturales… Es cierto que su evolución va muy ligada con el nivel de competencia de las bodegas». Entre los millones de etiquetas que ha diseñado e impreso el Grupo Argraf (en su web se puede ver una pequeña muestra), Eduardo tiene especial cariño por la de 24 Mozas –D.O. Toro–: «En su momento fue muy novedosa, supuso un riesgo tremendo. Esta pequeña bodega confió en el diseñador y en mí para una propuesta muy rompedora». También está la espectacular de Medusa (Félix Solís) de Rías Baixas, la clásica de Macán (Vega Sicilia)… «Como persona que tiene afición por el arte no hay un solo estilo que me guste, pero hay diseñadores por los que tengo especial predilección en cuanto a cómo piensan, cómo hacen sus diseños, etc.». Eduardo dice que no se lanzará al diseño de etiquetas: «¡Yo no tengo ese don! Pero, aunque no sepa crearlas, sí sabré realizarlas».
Ahora mismo, afronta con entusiasmo los desafíos que implica esta nueva etapa profesional: «Es un reto que en tu propia casa crean en ti. Esta familia ha apostado por uno de la casa, algo no tan habitual como debería ser. Comencé en Argraf en 2003, con cero clientes, y echando la vista atrás me satisface mucho ver dónde he conseguido llegar». Su labor una vez que cristalicen los cambios que se están realizando tendrá poco que ver con la que desempeña hoy día, pero Eduardo está convencido de que seguirá haciendo «esas cosas que he hecho toda mi vida, aunque menos. Te diría que soy uno más del equipo». Su objetivo es claro: «Conseguir el máximo trabajo para nuestra empresa. Para eso tratamos de que el equipo dé su mejor versión, de que tengan las metas y las armas necesarias para poder trabajar». Eduardo, humildemente, ha obviado un dato significativo: que las etiquetas del futuro también llevarán su nombre (aunque escrito en tinta invisible).

Eduardo Ibáñez sobre las etiquetas